19 de febrero de 2008

Paraísos

"El Paraíso es un buen hotel a la hora del desayuno", escribe Antonio Pereira.

Personalmente, de los hoteles no recuerdo casi nada, excepto el salón de desayunos. Algunos no se me olvidarán jamás. El Hotel Camino Real, de Cancún (México), que tenía tres mostradores en forma de "U", uno de ellos dedicado sólo a frutas. El del Meliá Lebreros, en Sevilla, pantagruélica demostración de la variedad gastronómica local (y no sólo eso), con una alacena sólo para variedades de pan. A estos dos les daría yo el Premio Paraíso ex-aequo.

Aunque para que la felicidad se produzca no hace falta tanta exuberancia. Recuerdo un desayuno en una Guesthouse de Akureyri (Islandia) en una terraza junto a un río, con salmón y mantequilla casera, que estuvo realmente bien (y apenas había nada más: salmón, mantequilla, un pan integral buenísimo, café, leche y zumo).

Este es mi paraíso particular: vistas al mar, claridad matutina, hora decente (digamos a partir de las 8.30), un pan rico y del día, un tomate (cosas de ser catalana, qué le vamos a hacer), un chorro de aceite de oliva, una loncha de queso no muy curado, un vaso de zumo y dos tazas de café con leche no muy cargado. Para que la cosa sea perfecta, mejor no haber cenado la noche anterior. Para que sea aún mucho más perfecta, una buena compañía que haya dormido conmigo.



En la imagen: otra idea de la felicidad, más cotidiana. Es de Mady, tomada de su fotolog.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Coincido TOTALMENTE en tu idea de paraíso:

Un desayuno de hotel. Con compañía. Sin cena... (En casa no. Definitivamente, ¡no!).

Ay. (Suspiro).

Yo recuerdo el jamón de Formentera, una toma general en Ibiza, y cualquiera, casi cualquiera, de los cientos de desayunos anónimos en ciudades europeas, en solitario, sin prisas, cuando era una ejecutiva...

Hum. (Nostalgia) (Oigan, que yo he desayunado hoy un té, un bocadillín descongelado y un trozo de chocolate mientras miraba la pantalla del ordenador... Uj).

Fernando Alcalá dijo...

Ya somos dos, porque mi idea es muy parecida (por lo que es, por lo que se intuye detrás)

Recuerdo unon de mis desayunos preferidos, fue en el jardín de un albergue de Florencia que era un palacete del siglo XVI en una colina, con toda Florencia a mis pies. Amanecía. Y el café estaba buenísimo.

¿Y la felicidad que entra, el calorcillo que sube desde el estómago, el optimismo por un nuevo día que entra después de un buen desayuno?

Ya que estamos, el mío ha sido un zumo de mango, un café bien bien cargado (no muy caliente, por favor, pero sí lo suficiente) una tostada con tomate y jamón york y un cuarto de hora de silla y telediario antes de enfrentarme a los monstruitos de clase de lengua con la sonrisa del que ha desayunado bien (donde estoy ahora, por cierto, mientras investigan en los ordenadores sobre las leyendas)

¿Alguien tiene un café?

Hermes dijo...

A mí me gustaban los desayunos parisinos, con su croissant de verdad, su zumito de naranja, el olor a café recién hecho, un bollito de pan y mermeladas y mantequillas varias...

Aunque si tengo que elegir uno, me quedaría con el que degusté en Estonia, en una casa particular, que les dio la venada de que probara todo lo típico de ese país tan precioso y desconocido.

César dijo...

Hotel Playa Conchal, en Costa Rica, junto al Pacífico. Los mejores desayunos de mi vida, algo increíble. Y, por supuesto, coincido con Laurentis en que los desayunos franceses, con sus croissants ligeros como la espuma, su bollería variada, su mantequilla, sus diversos tipos de mermelada y sus zumos, son maravillosos. Dios santo, qué hambre tengo...

Hermes dijo...

Sí, da hambre, pero este post ha servido para recordarme que tengo que bajar al supermercado a por algo para el desayuno de mañana...

Unknown dijo...

¡Me encantan vuestros desayunos, amigos! Y ser útil de algún modo, también, Laurentis. Continuad, continuad, ¿cuál ha sido el mejor desayuno de vuestra vida?

Ladynere dijo...

De los mejores, un desayuno en Noruega, toda la familia en el salón viendo nevar a través de las ventanas. Café, tostadas, zumo de manzana y de naranja, embutidos y queso que no recuerdo su nombre, pero al que me aficioné y desgusté cada mañana de la semana que estuve allí de intercambio.

El paraíso sería unos croissants a la plancha, un café con leche en su justa medida, unas vistas a la montaña y alguien que también sostuviera en su mano otro café, a mi lado.

Coro dijo...

Hola Care
Soy una comilona desayunadora, ya estoy planeando mi comida mañanera.

Pero cuando más la gozo es los sábados que me largo a degustar desayunos en hoteles (doy fe que en el Camino Real desayunas muy bien)...

Y no me importa ir sola porque sin compañía me sirvo más de todo, jajaja.

Te mando un beso (todavía en ayunas).