25 de marzo de 2008

Creo que una de las claves de escribir para jóvenes es tener buena memoria. La suficiente para recordar cómo era tu vida realmente durante la adolescencia, a qué te enfrentabas, qué cosas te hacían sentir la persona más desgraciada del mundo, en qué luchas andabas inmersa. Mi mayor guerra durante esos años fue la conquista de mi propia libertad. Palmo a palmo, centímetro a centímetro. Por eso hay motos en este cuento, y por eso hay deseo de libertad: porque tengo buena memoria.
Pero hay más. Siempre hay más.
Suelo escribir de amistad porque creo en ella profundamente. Los amigos quedan cuando cosas que parecían más sólidas se desmoronan. Los amigos siempre te salvan de algo. Es una suerte tener dos, tres, cuatro buenos amigos. Me considero, en ese y otro aspecto, una persona enormemente afortunada. Me acusan de tomar partido a favor de los adolescentes, cuando escribo. Tienen razón. No sé muy bien por qué lo hago. Porque me gustan. Porque les comprendo. Porque en el fondo soy como ellos: una locuela que no termina de madurar. Alguien a quien le molestan las normas que tratan de imponerle. O un poco de todo.



La imagen, de Lovets Dreams

3 comentarios:

Fernando Alcalá dijo...

Suscribo todo lo que has dicho en esta entrada, Care. A mí me gusta escribir de lo mismo, prácticamente por las mismas cosas. Ser un Peter Pan reconocido es lo que tiene...

Anónimo dijo...

A mí también me gusta lo que dices pero... vuelves a mentir. Tú sí has madurado. Tu empatía con los jóvenes responde a otros motivos.

Anónimo dijo...

Pero no hay manera presente a alguna jovencita adolescente con coletas, zapatitos charol, calcetines blancos, minifalda cuadros, cheerleader...