14 de abril de 2008

¡No has cambiado nada!

Lo reconozco (bajando la cabeza, avergonzada): el viernes por la noche me dio un conato de horterez y me pasé un par de horas perdiendo el tiempo en el YouTube buscando vídeos que de pre-adolescente me emocionaban hasta el espasmo. Me tragué un documental de factoría mexicana sobre la verdadera historia del grupo infantil Parchís y también hice grandes descubrimientos que la miopía de la ingenuidad no me habían permitido ver entonces. Por ejemplo, vi que Pedro Marín, a quien yo encontraba guapísimo, era bizco. Pero muy, muy bizco. Que Leiff Garret y Miguel Bosé en su versión bisoña debían de gustarme por su abundancia pilosa (aunque Bosé tenía más gracia y más talento) y que los Pecos nunca supieron cantar. Ni antes, ni ahora ni dentro de diez años. Además, con los lustros han adquirido aspecto de peluqueros de barrio.

La del sábado fue noche de fiesta multitudinaria. Al volverse a ver dos de las invitadas después de unos 10 años, una le dijo a la otra: «Estás igual». Y de inmediato añadió: «Lo cual sólo es un cumplido si se dice del aspecto externo».
Qué razón tiene. Qué fracaso para la experiencia, para el dolor sufrido, para los grandes momento de felicidad apoteósica, si la vida pasara por nosotros sin dejar mella. Reflexiono y concluyo que, por fortuna, no estoy como hace diez años. Y me enorgullezco de ello: ¿o es que he pasado lo que he pasado, bueno y malo, para quedarme exactamente igual que estaba antes de ser una madurita de 38?
Hace poco un amigo me decía: «Cuando reencuentro a alguien a quien no veo desde la adolescencia y él está exactamente igual que entonces, no sé de qué hablarle».

Pues este ha sido —lo he sabido de pronto esta mañana— el problema de Los Pecos. A los 16 años es normal sentirse morir al saber que tu novia del cole se ha casado con otro; es normal cantarle a tu madre, o encontrar inconcebible que una niña de 18 se vaya de casa dejando sólo una nota y una pila de cartas de amor, o ulular en desgarradora rima consonante porque a tu amor le cambian de instituto... pero, claro, seguir cantando estas cosas a los 50, cuando la piorrea ha hecho estragos en tu dentadura perfecta y el rubio que te hizo famoso se nota a la legua que ahora es de bote, entonces la cosa comienza a ser de verdad desgarradora (pero del modo en que la vida sabe serlo a los 50, que no puede ni compararse con los desgarros de los 16).
A los 50, para que te tomen en serio es necesario demostrar que la piorrea y las canas tienen algún sentido. Y, la verdad, si a los 50 sigues muriéndote porque la gente huye de pronto, se casa con otro o se va a vivir a otra ciudad, eres un fracaso para la madurez.



La imagen de hoy: vista aérea y parcial de los asistentes a la fiesta del sábado.

5 comentarios:

ANTONIO SERRANO CUETO dijo...

Los otros, los de la adolescencia, como decía tu amigo, no son buen espejo para mirarnos, porque su imagen es una foto fija en el recuerdo. Y el recuerdo no envejece: se limita a jodernos la vida con las comparaciones.
Saludos dominicales de un recién llegado a tu blog, que visitaré de cuando en cuando.

hombredebarro dijo...

Hombre, supongo que se acabaría animando, porque fiesta-fiesta, más bien parece un cine forum. Saludos.

Anónimo dijo...

¡Felicidades Care!

Yo estoy a punto de llegar a los 40 (¡toma ya!) y de vez en cuando me doy cuenta de lo "mayor" que soy cuando miro a un jovencito y pienso "¡Mira qué mono!".

Entonces me doy cuenta de que podría ser mi hijo, y que en algún momento dejé de identificarme con Dustin Hoffman (aún siendo una chica) y pasé a hacerlo con Mrs. Robinson.

Y entonces, sólo entonces, se me ponen los pelos de punta. (Los que me han nacido en la barbilla, como a las brujas... Juas, juas...).

Anónimo dijo...

Sí, cambiamos...
Y es perfecto

owachy dijo...

Hola Care,

Soy Enrique Laso, y te conocí hace muchos muchos años cuando montaste aquello tan bonito que fue la asociación de jóvenes escritores. Discutimos por una ñoñería en un Congreso celebrado en Alcalá, y luego me borré (así somos, ya lo sabes bien tú, los escritores).

El caso es que hoy me he topado con tu blog por casualidad (aunque sabía de tus numerosos éxitos literarios) y me he decidido a dejarte un comentario en este post tan nostálgico que te ha salido.

Un abrazo y muchísima suerte!!