26 de febrero de 2010

20 de febrero de 2010

Un buen consejo

Tenía poco más de veinte años cuando conocí al primer editor de mi vida. Yo entonces era una jovencita que llevaba doce años escribiendo —desde los ocho— y que se sentía con derecho a publicar. Por supuesto, tenía una opinión benevolente sobre mi propia obra y era tremendamente ambiciosa. Le llevé al editor unos folios dispersos, que él ojeó con interés desmayado para dejar enseguida sobre su mesa. Luego le formulé una de las preguntas más cándidas y más desesperadas que he formulado jamás a nadie:
—¿Qué tengo que hacer para ser escritora?
El editor, que lo era de un sello importante, que tenía un despacho soleado con vistas a una céntrica calle madrileña —despacho en el que ya no cabían los libros que él mismo había acuñado y que yo inspeccionaba a hurtadillas, como quien de pronto husmea en sus deseos más profundos—, el editor, decía, era también escritor. Había publicado ya alguna novela y con el tiempo publicaría otras. Era también una de las firmas habituales de un suplemento cultural que yo estudiaba, más que leía, con religiosa puntualidad. Además, había conocido a tal cantidad de escritores que, pensaba, debía de ser capaz de reconocer a uno nada más verle. Aunque fuera uno incipiente y sin más obra que unos pocos folios.
Nos recuerdo a la perfección, dentro de la escena. Él, veinte años más joven, debía de llevar unas gafas de montura fina y plateada, que se quitó para responderme, como suelen hacer los personajes de ficción, aunque sólo sea para ganar tiempo.


Yo, parapetada tras la mesa, sentada en el asiento de las visitas, mirando por el rabillo del ojo aquella fiesta de papel que se amontonaba por doquier, y esperando una respuesta que me sirviera para confirmar mis sueños. Porque eso era lo que yo buscaba en aquel despacho: la confirmación de mis sueños. Necesitaba que otro —y no cualquier otro— me considerara escritora. Y que lo dijera en voz alta, por aquel viejo axioma bíblico de que las cosas no existen si no se nombran.
Mi primer editor no hizo nada de eso. Se limitó a sonreír —era (es) un ser dotado de la gracia de la simpatía— y pronunció una sola palabra. El infinitivo de un verbo de la tercera conjugación que a mí me sentó peor que un insulto:
—Vivir —dijo.
¿Qué otra cosa podía hacer sino indignarme? ¡A quién se le ocurre! ¡Decirle a una niña de veinte años que debe vivir! ¡Si yo no hacía otra cosa! ¿Y eso me convertiría en escritora? ¿Vivir, así, sin más? ¿Qué tipo de consejo era aquél?
Desde ese día, he vivido otros veinte años. No soy más escritora de lo que era entonces. La benevolencia hacia mí misma se esfumó con el aprendizaje de la modestia. La ambición la tengo más apaciguada. El sueño se cumplió. Lo único que sigue intacto es la pasión. Soy escritora, la de siempre: adoro escribir más que nada en el mundo. Y dudo. Dudo mucho más que cuando tenía veinte años.
Recuerdo mucho aquella escenografía de mi ingenuidad. El despacho del editor, los folios dispersos —nunca obtuve respuesta por su parte, qué esperaba—, el sol filtrándose entre las láminas de la cortina, la sonrisa amable de mi anfitrión. Tenía razón. Es la vida la que nos enseña a escribir, igual que fue ella la que nos hizo escritores, aunque mucho antes. Veinte años después, sé que fue un buen consejo.

18 de febrero de 2010

Solucionario a la penúltiuma entrada


1. Stark, Edward Bunker, Sajalín Editores
2. Dos damas muy serias, Jane Bowles, Anagrama
3. El viaje del elefante, José Saramago, Punto de lectura
4. El silencio de Cleaver, Tim Parks, Punto de lectura
5. El juego de los herejes, César Mallorquí, Espasa
6. Benjamín, Federico Axat, Sima de letras
7.El circo de los extraños, Darren Shan, Montena
8. La mujer de otro hombre y su marido debajo de la cama, Fiodor Dostoievski, Nevsky Prospetcts
9. Manuel del contorsionista, Craig Clevenger, Alpha Decay
10. Los Baldrich, Use Lahoz, Punto de lectura

* La imagen, de Cosas que veo, en Flickr

16 de febrero de 2010

J. M. Caballero Bonald a las 12 y 2



La edad me ha ido dejando
sin venenos...
(...)
Los años, ay de mí, me han desmentido.


De La noche no tiene paredes (Seix Barral, 2009)

* La imagen, de Rose, en Flickr

13 de febrero de 2010

Concurso de primeras frases


Leo las primeras frases de una decena de novelas frescas que se amontonanen mi estudio. Es una obsesión, casi un vicio. Me gusta saber qué se le ocurre a la gente para comenzar. También me gusta discutir acerca del gancho o la pertinencia de ciertos principios. Eso es lo que os propongo hoy, queridos navegantes. Un juego. Os dejo algunas primeras frases seleccionadas de entre varios libros recién llegados. Algunos son de nuevo cuño. Otros, reediciones. Hay autores extranjeros y nacionales, todo muy variado.
¿Cuál es vuestro inicio favorito, aquel que os llevaría a seguir leyendo después de tropezar con él?
En tres días, los créditos y algo más.

1. Ernie Stark no era el tío más simpático que podías conocer.

2. El padre de Christina Goering era un industrial norteamericano de origen alemán y su madre una dama neoyorquina de familia muy distinguida.

3. Por más incongruente que le pueda parecer a quien no ande al tanto de la importancia de las alcobas, sean éstas sacramentales, laicas o irregulares, en el buen funcionamiento de las administraciones públicas, el primer paso del extraordinario viaje de un elefante a austria que nos proponemos narrar fue dado en los reales aposentos de la corte portuguesa, más o menos a la hora de irse a la cama.

4. En el otoño de 2004, poco después de su memorable entrevista con el presidente de los Estados Unidos y después de la publicación de la autobiografía novelada de su hijo mayor, que se publicó con el cruel título de "Bajo su sombra", Harold Cleaver, famoso periodista de prensa y televisión, cineasta y autor de conocidos documentales, tomó un vuelo de la British Airways en el aeropuerto londinense de Gatwick con destino Malpensa, Milán, desde donde siguió por ferrocarril hasta Bruneck, en el sur del Tirol, y de allí en taxi, con rumbo norte, hasta el pueblo de Luttach, a pocos kilómetros de la frontera entre Austria e Italia, lugar a partir del cual tenía la esperanza de encontrar alojamiento en un remoto paraje, aislado, entre los montes, donde pasar los siguientes años de su vida, no forzosamentde los últimos.

5. El editor Germán Bosco regresó a su piso a las diez menos veintiséis de la noche del viernes 1 de diciembre, exactamente dos horas antes de morir asesinado.

6. Era la segunda vez que Ben viajaba en el viejo Chevrolet de su abuelo.

7. Siempre me han fascinado las arañas.

8. El trece de enero del año 1865, a las doce y media del mediodía, Yelena Ivánovna, la esposa de mi cultivado amigo y colega Iván Matvéich, que también es mi pariente lejano, decisió que quería ver el cocodrilo que exhibían en el "passazh" a cambio de una única entrada.

9. Puedo contar mis sobredosis con los dedos de una mano.

10. Jenaro Baldrich se asomó a la vida en 1920, en Tarragona, en la casa que luego vendería para comprar la de Valldoreix, por no seguir habitando el lugar donde murió su padre, don Eustaqui Baldrich, y donde enfermó su madre, Cinta Campà.

8 de febrero de 2010


Recibir la primera imagen de la cubierta de un nuevo libro es como, de pronto, tener la posibilidad de verte desde lejos, desde la mirada de otro, una mirada inocente, que nada sabe de ti o de lo que eres capaz, que tampoco conoce tus defectos ni tus manías, las razones por las que a veces les cuesta vivir contigo a quienes más te quieren, tus puntos bébiles; una mirada que puede ponderar sin acalorarse, evaluar sin tomar parte.

También es una alegría inmensa, un escalón más en una escalera a ninguna parte, un nuevo mundo conquistado, una confirmación de que aquí sigo, dando guerra, aguantando, creyendo firmemente en las emociones compartidas de la Literatura, pensando en todos aquellos lectores que alguna vez me han contado que se emocionan con mis libros, emocionándome.

También es una responsabilidad y un miedo. ¿Qué ocurrirá si no estoy a la altura? ¿Si esta vez les decepciono? ¿Si ya no soy capaz de...?
Cada libro es un nuevo intento, un nuevo miedo. No, me corrijo: un miedo cada vez mayor.

Navegantes: aquí tenéis en exclusiva la portada de mi nueva novela. Espasa-Calpe la publicará el próximo mes de mayo. No hay nadie mejor que vosotros para compartir una emoción como esta.

7 de febrero de 2010

Cita a las doce y dos

"Hay años en los que uno se levanta sin ganas de hacer nada"

Ernesto Sábato

3 de febrero de 2010

¡Atención, escritores: detectada editora bloggera!


No suele ser habitual que los editores tengan un blog. Y si lo tienen, lo utilizan para la muy legítima labor de dar a conocer sus logros y / o las novedades de la editorial que dirigen.
Lo que es rarísimo es que una editora en activo, cargada de trabajo y directora de una de las grandes casas editoriales para niños y jóvenes de nuestro país, se decida a empezar un blog para compartir experiencias sobre el mundo editorial. Hablo con conocimiento de causa, porque acabo de pasar un buen rato en su página, y estoy fascinada. Mientras trasteaba arriba y abajo en sus notas, no hacía más que pensar: ojalá hubiera leído esto hace 20 años, cuando soñaba con publicar, empezaba a presentarme a algún premio y ni siquiera sabía cuántas páginas formaban un volumen publicable.
De modo que esto de hoy es una recomendación en toda regla: escritores en ciernes, proyectos de novelistas, redactores con ambición: dejad todo lo que estéis haciendo y no os perdáis ni un solo párrafo de: