27 de febrero de 2011

26 de febrero de 2011

Queda muy poco


Esta es la (¡preciosa!) cubierta. La cara de la (ansiada) criatura. Lo mejor que he hecho hasta hoy, estoy segura. Puede que mi novela más emocionante. Desde luego, la que más me ha costado, en la que más empeño he puesto, la que más disgustos y alegrías me ha dado. Murió y resucitó un par de veces. Buenos amigos la salvaron de la quema. Luego, de pronto, un día me di cuenta de que había hecho bien en hacerles caso. Valía la pena pelearse con estas páginas rebeldes. Puede que una novela terca, de parto difícil, termine por ser una mejor novela, ¿no créeis?
Es para mí una alegría enorme y un gran orgullo presentarla aquí antes que en ninguna otra parte. Ayer vi el primer ejemplar y sentí una emoción profunda, como si fuera mi primer libro. Es una edición preciosa, donde todo es un acierto: la maquetación, las tipografías, las guardas, la foto de contracubierta, los textos de solapa... Es un libro bellamente editado.

Quiero aprovechar esta mañana de sábado transhumante para agradecer a mi editora, Miriam Vall, el empeño personal que ha puesto en que sea así y a todo el equipo de Editorial Planeta su gran trabajo, de los correctores a los responsables de prensa. Mi último descubrimiento ha sido Laura Franch, que es a la literatura contemporánea el equivalente a una de esas saludables lluvias de verano son a la meteorología: mientras dura, sabes que es fantástica, pero cuando pasa, te das cuenta de hasta qué punto lo ha sido. A ella y a Alba Fité, a quien conozco desde hace años -aunque nunca habíamos compartido confidencias-, quiero dedicar esta entrada de hoy, por el mucho trabajo que nos espera y por los buenos augurios.

Salud, compañeras. Me encanta que esto ocurra a vuestro lado.

24 de febrero de 2011

Ayer miércoles por la tarde presentamos "Habitaciones cerradas" a los bloggers madrileños

La presentación fue en el Hotel Kafka. Distendida, agradable, llena de amigos y de anécdotas. Planeta puso los bocatas y a esa perla cultivada que es Laura Franch. La foto es de Nacho Fernández, de Literaturas.com.

23 de febrero de 2011

La crónica de una magnífica tarde...

...en Alcalá de Henares. Léela AQUÍ.

22 de febrero de 2011

Cita a las doce y dos

Los muertos temen a los vivos. Pero éstos, que no lo saben, les tienen miedo a los muertos.


Elias Canetti
Libro de los muertos

21 de febrero de 2011

Mi Venus habla italiano

20 de febrero de 2011

Exégesis


Los exégetas judíos que atribuyen, sin lugar a dudas, la culpa de todos los males del mundo a Eva, por merodear sola por el paraíso y entablar conversación con el primer bicho que se le puso a tiro (la serpiente, es decir, el demonio), entonan un curioso mea culpa al reconocer que Adán no estuvo muy brillante en todo este asunto, puesto que se durmió. Mientras Eva andaba de aquí para allá, curioseando, ¡él dormía a pierna suelta! No, no estuvo a la altura. Estoy de acuerdo con los exégetas.

Y me pregunto: ¿no sería la cosa más bien al revés? Adán y Eva se sentaron bajo un árbol al calorcito del sol del paraíso. Eva tenía ganas de charlar, comentar cómo le había ido el día, hablar del bien y del mal (perdón, que éstos no estaban inventados), especular sobre el sexo de los ángeles... y él, cansado de una dura jornada sin hacer nada, se quedó dormido en mitad de la conversación.
Eva podría haber montado una escena, pero en lugar de eso se fue a dar un paseíto por el paraíso. Después de merodear un rato, tropezó justo con lo que estaba buscando: una amiguita dispuesta a mantener una conversación.

De modo que rectifiquemos: todos los males del mundo vienen de que Adán era un muermo.

* La imagen de hoy: un momento de la tertulia

19 de febrero de 2011

Cita a las doce y dos

Si hay alguna historia profundamente perpetuada y renovada por las grandes oleadas de revoluciones del texto y de la imagen, es la historia de lo imaginario.


Jacques Le Goff
Héroes, maravillas y leyendas de la Edad Media

18 de febrero de 2011

Desde dentro


Haciendo limpieza, tropiezo con esta foto de Rafael Carbó, de hace 20 años. Yo me las daba de periodista y el monstruo era mi presa de ese día. No al revés.

17 de febrero de 2011

Optimopatía (microcuento)


—Soy una optimista patológica, doctor, y lo mío no tiene remedio.
—Bueno, no se angustie. Tómese una de éstas después de cada comida y verá como, poco a poco, comienza a sentirse triste.
Miro el nombre del medicamento, escrito en la cajita que acaba de entregarme el médico: Tristocina.
—¿Y es eficaz?
—Lo es, pero a veces los efectos no se notan hasta al cabo de seis meses. No se intranquilice.
Ya en casa, leo el folleto que acompaña a las pastillas: "Efectos secundarios: en un 1% de pacientes se han descrito cuadros depresivos que algunas veces conducen al insomnio, la paranoia o incluso el suicidio".
Me tomo la primera pastilla a la hora de la cena. Me pregunto si existirá un fármaco parecido de uso pediátrico, porque mi hija presenta los mismos síntomas que yo. También ella ve siempre el lado bueno de las cosas, ríe sin parar, nunca cree que los problemas sean graves, habla deprisa y con seguridad, todo le parece hermoso, tiene mil proyectos... 
Un año después, el médico me pregunta:
—¿Qué tal? ¿Cómo sigue de su optimismo?
—Mucho mejor, doctor. Ahora la vida me parece una mierda pero la gente ya no me mira mal.
—Claro, mujer, ya se lo dije. Ahora es usted como ellos. No tienen nada que temer.


* El dibujo es de Elia Olmedo (7 años)

15 de febrero de 2011

La respuesta a la pregunta


José Antonio Marina asegura en Teoría de la inteligencia creadora que entre los 4 y los 9 años los niños formulan un total de 33 preguntas por hora.

Es decir, que en esta casa respondemos 1,65 preguntas por minuto, 396 en una tarde normal de día laborable, y 1.188 en un fin de semana.

Acabo de comprender por qué los domingos por la noche estamos exhaustos.

14 de febrero de 2011

San Valentín


¿Qué libro es el mejor para ilustrar un posible eslógan: Díselo con libros? Depende del momento, claro está. Hace unos 25 años, a cada jovenzuelo del que me enamoraba, le regalaba Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Me sonroja pensar cuántos señores cuarentones pueden haber guardado una de esas ediciones de Seix Barral con una dedicatoria autógrafa mía, de lo más encendido. Aunque, bien mirado, no está mal que el amor me sirviera para tratar de ganarles para la poesía, a pesar de que dudo que alguno de ello perseverara por ese camino cuando dejó de soportarme.
Con el tiempo, evolucioné. Hubo un par de objetos del deseo a quien regalé El amor en los tiempos del cólera. Sólo hay un hombre -sólo uno- a quien le he regalado la poesía completa -y demasiado breve- de Garcilaso de la Vega. Con una página marcada: aquella que dice: Yo no nací sino para quereros... etcétera.

¿Y vosotros, navegantes? ¿Con qué libro se lo diríais?
Feliz e incrédulo San Valentín.

* La magnífica ilustración me la ha mandado la gente de El Gaviero ediciones.

13 de febrero de 2011

Me encantan todas las fotos de Asís G. Ayerbe, pero esta en la que Óscar Esquivias y yo nos miramos con ojos tiernos, más

Cita a las doce y dos

El camino hacia la sabiduría es muy sencillo: equivocarse, equivocarse y equivocarse una y otra vez pero cada vez menos, y menos y menos.


Piet Hein

12 de febrero de 2011

Valientes


Emilio García Estébanez, teólogo, licenciado en filosofía, especialista en utopías del Renacimiento, escribió un libro llamado Contra Eva que llevaba meses aguardando en el cajón de los pendientes. En el prólogo del ensayo, García Estébanez dice que la Conferencia episcopal española ha denunciado que "en la sociedad moderna la sexualidad se ha convertido en un bien de consumo, separada del matrimonio y la procreación", lo cual ha conducido a la ideología de género, de la cual se derivan los siguientes efectos pernicviosos: "sentimiento de fracaso (...), proliferación de divorcios, proliferación de la violencia doméstica y abundancia de abusos sexuales, incluso de menores".
Pues bien, en su ensayo, el valiente padre dominico demuestra todo lo contrario: cómo las sociedades patriarcales, basadas en el seguimiento total de las doctrinas católicas, dieron lugar a una serie de prejuicios e ideas preconcebidas que, con el paso de los años y la llegada de un necesario progreso -manifestado en la igualdad de la mujer, entre otras cosas- ha dado lugar a las mismas cosas que acabamos de enumerar. En la página 102, el título de un capítulo da muestras de la valentía del autor: "El matrimonio cristiano: la institución de la violencia de género".


Del interesante trabajo, me quedo con el recordatorio de la historia de Sherezade. En el prólogo de Las 1001 noches se nos cuenta que el sultán, desengañado por la infidelidad de su esposa y convencido de que las mujeres son adúlteras y concupiscentes por naturaleza, decide tomar medidas: mandará llamar a una doncella cada noche y la decapitará justo después de mantener relaciones sexuales con ella. Decapitándola al instante evita, claro, que le sea infiel. Pero llega Sherezade y en lugar de acostarse con él, le cuenta un cuento.
Es portentosa esta historia, porque equipara el poder seductor de una buena historia al deseo sexual que puede despertar una doncella en un hombre maduro. Pero no sólo por eso. Sherezade está allí porque la esposa del sultán fue malvada. Sin "pecado original", no habría ocasión de contar cuentos. Interesante y eleccionador: ¿de qué íbamos a hablar, parecen decirnos los anónimos autores orientales, si todas las mujeres fueran castas?
No queda muy claro, sin embargo, si el sultán dejó viva a Sherezade porque quería que ésta terminara la historia. Sí, ya sé que eso es lo que dice la historia. Pero, ¿no serían más bien las ganas de acostarse con ella de nuevo lo que le motivaba? Igual Sherezade, que era lista además de hermosa y concupiscente, lo hacía todo bien. En el fondo, el sultán pecó de aquello que quería evitar y terminó por serle fiel a la guapa y lista Sherezade (en este paréntesis me pregunto: ¿habrá algo que le guste más a un hombre maduro que una lista concupiscente? Sí: una lista concupiscente que cuenta buenas historias.)
Y, por último, tampoco sabemos si Sherezade fue fiel al sultán o no. Porque, una vez terminada la historia y mientras esperaba a la noche siguiente, ¿acaso no pudo ayuntarse con todo el que le viniera en gana?
Cuando, pasado el tiempo y las historias, Sherezade se presentó ante el sultán con dos hijos, éste los aceptó con gran felicidad. Pero, ¿cómo supo que eran hijos suyos?
Podemos creer lo que más nos guste, porque al fin y al cabo ya sabemos que el sultán era un crédulo y un gran aficionado a que le contaran milongas.
Sea como sea, todo esto se me ha ocurrido leyendo Contra Eva. Me gustan los libros que me llevan lejos. Os dejo la recomedación, navegantes. Disfrutad.

11 de febrero de 2011

Mercurio de febrero

10 de febrero de 2011

Soluciones


Dice José Antonio Marina en su último libro, Las culturas fracasadas (Anagrama) que todas las estructuras biológicas pueden entenderse como la solución a un problema. Pone el ejemplo del gesto de darse la mano, descrito por Ortega: el acercamiento a alguien que no conoces, la duda de si va o no armado, lo ha resuelto la humanidad inventando ese gesto al parecer fútil de estrecharle la mano al desconocido.
Para Marina, "problema" es "el obstáculo que nos corta el paso. No hay, pues, problemas, si no vamos a ninguna parte".
Levanto la vista del libro y me pregunto: ¿Y el arte? ¿Podría interpretarse como la solución a un problema?


* La imagen de hoy: vieja Barcelona crepuscular.

9 de febrero de 2011

Cara lavada

Como podéis ver, he hecho algunos cambios en este rincón silencioso. Estoy de ese tipo de buen humor que a mi abuela le daba por mover los muebles de sitio.

Para celebrarlo, os he dejado un cuento reciente en El cajón de abajo. Chaplin, Rodolfo Valentino y Edna Purviance corren por sus venas. Que lo disfrutéis.

8 de febrero de 2011

Perderse

De vez en cuando, siento la necesidad de huir. Escaparme, perderme, dejar de ser yo. No es tanto que necesite un cambio de aires porque mi vida actual está sobrecargada de trabajo y responsabilidades (aunque, no lo niego, nunca viene mal). Es más bien, me parece, que de vez en cuandlo necesito escaparme de mí misma. Viajar sola te enfrenta a un paisaje nuevo, que nunca está fuera, sino dentro: aquella desconocida con la que cargo desde antiguo y que permanece agazapada, esperando su ocasión para mostrarse.
Yo suelo viajar con mi inseparable cuaderno Moleskine, un par de libros bien escogidos, una cámara de fotos (que uso poco), mi reproductor de música y los ojos bien abiertos. La música y los libros los llevo para sentirme en casa. Ya hace tiempo que sé que mis verdaderas patrias son éstas. Allá donde esté, abro las páginas de un libro o escucho las Suites para cello solo de Bach y regreso a mi territorio, a aquel en el que he vivido más tiempo y al que siempre me apetece regresar. Dos libros son pocos, sí, pero siempre confío en la lectura que me depare el lugar al que voy. Para mí, dejarme impresionar por un lugar es menos contemplar sus castillos, sus palacios, sus monumentos, pasear por sus museos como una búsqueda mucho más íntima por las páginas de sus escritores, las butacas de sus teatros o los sabores de los restaurantes más humildes. Y la gente. Sobre todo, la gente. Me gusta hablar con ellos, preguntarles, escucharles...
Un viaje comienza cuando sueñas con el lugar que vas a encontrar. Con algunos he soñado tanto y durante tanto tiempo que luego, al regresar, la imagen real queda de inmediato borrada por la imaginaria. Es como si la ficción tuviera su sitio legítimo, en el que la realidad nada tiene que decir. Me pasó, por ejemplo, con Rusia. Da lo mismo cómo sea, yo sigo viendo los paisajes que describieron mis autores favoritos. Los campos moscovitas de Turguéniev, los veredas arboladas de Tolstoi, las carreteras polvorientas de Chéjov, la Perspectiva Nevsky de Dostoyevski y de Gógol...  En otros  países prevalece la imagen al natural, pero lo que sé de ellos por los libros les otorga una dimensión mágica, engrandecedora, que se mezcla con la realidad y la distorsiona -creo- sin remedio. Me ocurre con Medellín, con Nueva York, con París, con Londres... 
Estos días, planeo un viaje que -me temo- no podré realizar. Mi objetivo era Cracovia. Alguien me preguntó: ¿Vas a documentarte? Y yo respondí, sin vacilar: Sí, sí.
Esta es la desnuda verdad: No. No tengo nada que hacer en Cracovia, salvo perderme. Aunque no es del todo cierto que no vaya a documentarme.
Hace mucho que aprendí algo: para encontrar, no hay que buscar. Sólo permanecer alerta.
Feliz martes, navegantes del silencio.

* La imagen, es del extravío último. La tomé en Canal Street, Nueva Orleans, el pasado noviembre.


1 de febrero de 2011