20 de mayo de 2011

El sol esperando

A veces, lo mejor de un viaje es una conversación de diez minutos con un desconocido. Me ocurrió ayer por la tarde. Decidí portarme un poco mal, faltar a las conferencias de la tarde y ver un poco la ciudad con el mayor centro colonial del mundo. Tomé un taxi y le pedí al conductor que me llevara a la Plaza Grande. Por el camino, el taxista hablaba (como todos los taxistas del mundo) del tiempo (ah, ese tema universal). 
El tiempo en Quito es más que un tema socorrido de conversación. Me contaron una especie de chiste local y archisabido que dice: Si no te gusta el clima de Quito, espera quince minutos. Es bastante valorativo de lo que ocurre aquí: llueve, sale el sol, sopla el viento, hace frío o te abrasas, todo en una mañana. La cosa es que cuando hice la maleta, los pronósticos anunciaban chaparrones interminables, pero una vez aquí, el sol lució casi todo el tiempo. Un fantástico regalo que me hizo la ciudad andina, por cierto.
De todo esto hablábamos con el señor taxista, de nombre Ángel, pluriempleado del hotel Quito (a ratos pasea turistas y a ratos ejerce de botones) cuando me dijo:
-Mire, ¿ve? Y hoy, hasta el sol se está portando bien. Normalmente se esconde a las seis, pero hoy -miró el reloj, eran las seis y veinte- se está demorando. Ha tenido mucha suerte.
Qué bonita la imagen del sol esperando a que yo llegue a mi destino. No me había pasado en ninguno de los países en los que he estado. Son dos motivos más para volver. El sol de Quito y Ángel, el taxista.
 

* En las imágenes, la Plaza Grande hace unas pocas horas, con el sol aún esperando y la calle del Suspiro, de Olmedo o del Beaterio, cualquiera sabe. ¿O es la calle del suspiro por Olmedo? Quito me entiende.

2 comentarios:

Rebeka October dijo...

Preciosas fotos.

A veces las cosas más sencillas son las que más nos calientan el alma.

Me alegro de que estés disfrutando.

Un saludo,

Rebeca.

Begoña Argallo dijo...

Por fortuna las grandes personas están en todas partes y tienen todos los oficios, pero una única premisa en la vida, ser amables. A veces uno hasta se sorprende de toparse con la amabilidad, pero qué bien la recibe.
Ay, el sol. ¿Qué sería la vida sin el sol?, es todo un espectáculo a cualquier hora del día.
Saludos