2 de febrero de 2016

LEGÍTIMA DEFENSA


Suelo utilizar las redes sociales para compartir alegrías y descubrimientos. Hoy, sin embargo, me veo obligada a romper esa tónica para salir al paso de las calumnias e injurias de las que he sido objeto y que están siendo publicadas en diversas redes sociales con el ánimo de perjudicar mi reputación y de poner en tela de juicio mi honestidad profesional. La autora de tales acusaciones, después de semanas de acoso en las redes sociales, en que ha vertido insultos y falsedades hacia mi persona y mi trabajo, ha redactado un documento donde se me acusa de plagio y que, por tanto, constituye una gravísima intromisión en mi derecho al honor. Lo adjunto AQUÍ por si alguien quiere leerlo, aunque debo advertir que se necesita un buen rato y que contiene spoilers de mi novela DIAMANTE AZUL.

Si no disponéis del tiempo necesario, os cuento que su libro —publicado antes que el mío— trata de la reconstrucción de un pasado familiar por parte de una descendiente contemporánea. Cualquier lector con un poco de bagaje pensará que se trata de un argumento, no ya típico de la literatura de todos los tiempos, sino connatural a la condición humana, y habrán acudido a su memoria algunas novelas, tal vez la mía entre ellas. Lógico. Sin embargo, a mi calumniadora le ha parecido ver en este argumento universal una copia de una historia suya y de su familia, a pesar de que las historias contadas nada tienen que ver y sólo comparten algunos años de la cronología —a tenor del índice del libro— y una localización (Mataró) de las varias que aparecen.

Ella pretende que mis personajes son calco de los suyos, cuando no meras apropiaciones, lo cual no puede ser más descabellado, puesto que mis personajes están basados, casi en su totalidad, en miembros de mi propia familia. Toda mi historia, de hecho, está tomada de mi pasado familiar y fundamentada en una exhaustiva documentación —rasgo común, por cierto, a todas mis novelas—, y recreada históricamente en Mataró y en el periodo que va de mediados del XIX a 1927 utilizando hechos históricos referidos por diversos historiadores, así como localizaciones que son conocidas por todos los que habitamos en mi ciudad. De hecho, a día de hoy sigo sin leer la novela que supuestamente he copiado con tanto interés.

Pues bien, entre las descabelladas coincidencias señaladas está el hecho de que mis personajes tengan los ojos azules, que se hable de un hermano gemelo, que haya un segundón (hermano menor sin derechos sucesorios según el Derecho Catalán), que un personaje sea ebanista, que salga una cómoda, un piano o que se hable de hechos o personajes históricos, como la Guerra Carlista o Prat de la Riba. Es como afirmar que las novelas de fantasmas son todas copias unas de otras sólo por el hecho de que en ellas aparecen fantasmas, como si alguien que ha escrito un libro sobre su pasado familiar tuviera el derecho exclusivo sobre las referencias a las guerras carlistas, a los personajes históricos o incluso a la curiosidad por rastrear sus propios orígenes.

En el colmo de lo absurdo incluso se me atribuye el plagio de un párrafo supuestamente literal en el que no hay literalidad alguna. Todo ello, además, alude a elementos más bien secundarios en mi novela que fueron subrayados en las frases promocionales y en los textos de contracubierta. Como mi acusadora indica en el mencionado documento, fue en un primer momento a partir de esos textos —se entiende, pues, que sin leer la novela— en que comenzó a evidenciar el supuesto plagio. Luego fue confirmando todas las sospechas citadas y muchísimas más, como se puede comprobar de la lectura del informe. En definitiva, se trata de un documento tendencioso, encaminado sólo a resaltar aquello que más conviene al pintoresco argumento que se quiere defender, amén de carente de ningún rigor y objetividad (entre otras cosas, porque su autora es la misma que la de una de las novelas objeto de la comparación). En fin, es algo tan obvio que sólo hay que leer para comprobarlo.

Es necesario aclarar que muchas de las situaciones, los personajes, los ojos azules y gran parte de la atmósfera de DIAMANTE AZUL estaban ya en otras novelas anteriores mías, como es fácilmente demostrable. Los ojos azules, por ejemplo, han sido hasta tal extremo una constante en mi imaginario que sería complicado encontrar una sola de mis anteriores obras en que no aparezcan. Incluso se los atribuí al diablo en la juvenil Trilogía de Eblus (que empecé a publicar en 2006). Algunos personajes de mi familia salían ya en mi novela La muerte de Venus (publicada en 2007). La burguesía industrial de la que provengo centraba toda la trama de Habitaciones cerradas (2011) y su protagonista, Violeta Lax, ya estaba —como yo misma— obsesionada por la búsqueda de la historia familiar. Y así podría continuar hasta el aburrimiento.

La historia que en DIAMANTE AZUL se cuenta, publicada en 2015, no sólo es el resultado de una investigación exhaustiva de mi propia historia familiar (y, por tanto, imposible de plagiar), sino una obsesión que como escritora me acompaña desde hace más de 15 años, como demuestra este artículo  (escaneado al final), publicado en 2004 en la revista El duende, donde ya hablaba de los ojos azules de mi abuela y resumía el argumento que luego se ha convertido en mi última novela. De todos y cada uno de los detalles aludidos  tengo pruebas documentales, que presentaré ante quien sea necesario y que demostrarán no sólo la veracidad de mis fuentes sino lo absurdo de la acusación. Por citar sólo un ejemplo: la cómoda que se me acusa de haber plagiado fue dejada en herencia por mi tatarabuelo en su testamento, que obra en mi poder. Es, por tanto, real, como no dudo que puedan serlo muchos de los elementos del libro que se me acusa de haber plagiado. Se trata de inevitables coincidencias, producto de elegir como materia novelable una misma época y una misma sociedad. Por descontado, tengo numerosos testigos de mi tarea de documentación, que discurrió por archivos, bibliotecas y hemerotecas —de los que dejé constancia en los agradecimientos finales de la novela— y que contó con la colaboración de varios profesionales, entre ellos un notario.

Cuando alguien afirma con tanto encarnizamiento algo tan grave de un trabajo que te pertenece por completo y que es fruto de muchos años de oficio y dedicación, lo primero que piensas es que sus palabras son fruto de la buena fe y de una ofuscación que la lleva a ver enemigos por todas partes. Como no hay nada de lo que deba avergonzarme —y menos aún esconderme— y tiendo a pensar que las personas a veces malinterpretamos los gestos ajenos, yo misma tendí una mano a quien tan vehemente y ofuscada se mostraba en sus comentarios y le ofrecí tomar un café para aclarar las cosas. Por supuesto, mi gesto fue rechazado, ella sabrá por qué, para perseverar en la difamación y el acoso a través de las redes.

Obviamente, yo la bloqueé en mis distintas cuentas para evitar que siguiera distrayéndome, y también bloqueé la posibilidad de escribir comentarios en mi muro, a consecuencia de diversas intromisiones no deseadas por su parte. Sin embargo, ella prosiguió el acoso a través de mis amigos, contactos profesionales y prensa. Insistió, adornó sus comentarios con insultos hacia mí y mi trabajo, a pesar de que más de uno le pidió que dejara de hacerlo. Una vez más, sólo puedo interpretar esta insistencia como una ofuscación creciente, a pesar de las peticiones argumentadas de terceras personas. No sabéis cuánto lamento la insistencia con que algunos han sido objeto de estos envíos masivos (sobre todo a través de Twitter), y aprovecho para agradeceros vuestra elegancia y buen hacer, al no darles crédito ni difusión. La elegancia es un don escaso que valoro mucho.

Por último, y esta es la finalidad última de esta perorata que lamento mucho tener que escribir: a partir de este momento queda advertida la autora de las calumnias e injurias. Tras todo lo dicho no podrá nadie creer que actúa de buena fe si persevera en su postura. Si insiste en las calumnias, las injurias o en el acoso a través de las redes, deberá responder de ello donde corresponda. He esperado pacientemente muchas semanas, por voluntad propia y por indicación de mis editores, y no he entrado en su juego con la esperanza de que en algún momento se percataría de lo absurdo de su ataque, o escucharía algunas de las voces que le pedían que dejara de hacerlo —incluido mi editor— y reconsideraría su postura. Como no ha sido así, sino más bien todo lo contrario, me he decidido al fin a escribir este comunicado, público como su acusación, de buena fe, y moderado (al contrario de lo que en ella ha sido habitual) con la esperanza de ser capaz de convencerla de que cometerá un grave error si sigue adelante, puesto que no tiene razón, estoy en situación de defender mis derechos y pienso hacerlo si es necesario.